"EL LANZADOR DE CUCHILLOS"
Su habilidad y certeza en el lanzamiento de los cuchillos se basaba en la capacidad adquirida mediante el uso de las drogas, para visualizar mentalmente, con microsegundos de antelación, el resultado del lanzamiento. Así era como en el desarrollo del giro de su brazo le iban apareciendo imágenes de la punta del cuchillo clavada en madera, carne o hueso. Y de esta manera elegía el momento preciso para soltar el cuchillo.
Todo empezó a ir mal cuando intercaladas entre esas imágenes aparecieron las otras, las del filo. La primera vez que esto ocurrió fue como un fogonazo. Resultó dramático por el derramamiento de sangre. El corte fue limpio, en la muñeca, un centímetro por encima de la correa que la sujetaba a la rueda; sin llegar a tocar hueso. La curación fue rápida; en menos de una semana la herida había cicatrizado.
Cuando nuevamente fue atada a la rueda de madera, el lanzador se concentró como lo hacía todas las noches. Cogió los dos primeros cuchillos y después del primer lanzamiento con la mano derecha, inició el giro de la izquierda con el segundo cuchillo y volvió a percibir la imagen del filo, ahora como un fulgor, como si de un rayo recto se tratara, de un brillo argénteo nítido. La aparición le hizo soltar el cuchillo que atravesó el espacio entre la mano y la rueda describiendo una trayectoria en espiral hasta clavarse a menos de un milímetro del cuello de Ofelia en la madera. El lanzador desconcertado hizo parar la rueda para ver que había pasado. Fue al acercarse cuando sintió un dolor intenso en la muñeca, justo en el mismo lugar donde ella había recibido el corte la semana anterior ¿Quieres que lo dejemos?, le preguntó. Ella le dijo que no, que podía tranquilamente continuar, que no se preocupara.
El lanzador colocó el resto de cuchillos a su izquierda. Cogió el tercer cuchillo y lo alzó en el aire cogido por la punta, con un rápido movimiento de giro del brazo. Las imágenes volvieron a alterarse: ahora vio un brillo dorado, cegador.
El lanzador de cuchillos volvió a acercase a la rueda. La paró el mismo y buscó el tercer cuchillo. Se había clavado justo debajo de la axila izquierda de Ofelia, a menos de dos milímetros de su piel.
Le preguntó ¿quieres que lo dejemos? Ella le dijo que no, que podía continuar y que pensase en los momentos felices de sus vidas. El le quitó a Ofelia el pañuelo que le tapaba los ojos y dio un leve impulso a la rueda que comenzó a girar lentamente.
Volvió al punto de lanzamiento y cogió con la mano izquierda el cuarto cuchillo. En ese momento sintió un dolor en el cuello como si le hubiese picado una avispa. Alzó la mano con el cuchillo, giró el brazo y quedó cegado por una luz que procedía del pecho de Ofelia. El cuarto cuchillo cayó al suelo y detrás de él, el lanzador.
Los forenses dijeron que la muerte se debía a profundos cortes internos en la muñeca, en el cuello y en el corazón.
Ofelia hizo una cruz con los cuatro cuchillos y la depositó sobre su tumba donde reza este epitafio: adentro es afuera.
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0 International License.