En el siglo XIX se produce una verdadera revolución de la hidroterapia, de la mano de Vincenz Priessnitz, quien nació en 1799 en Jeseník, Moravia del Norte. Era granjero. La leyenda dice que cuando era niño, Priessnitz vio cómo una corza se curaba ella sola una herida sumergiéndola en una fuente natural. Más tarde, cuando se le volcó encima un carro cargado y le rompió las costillas, se acordó de la actitud de la corza. El médico le dijo que se quedaríaparalizado para el resto de su vida. Pero Priessnitz se aplicó compresas con agua fría y en un año ya estaba curado. Priessnitz dedujo que era la reacción del organismo al agua fría lo que hacía posible la curación, y no la aplicación en sí del agua: así, primero se produce una vasoconstricción, la cual va seguida de una vasodilatación.
Priessnitz comenzó a aconsejar a sus vecinos, aplicándoles baños, compresas y duchas de agua fría combinadas con la ingesta de agua, ejercicio físico y dieta. Así, curaba contusiones, heridas, fracturas, reuma, enfermedades neurológicas… Se le empezó a llamar “el médico de las aguas” y empezaron a acudir a su casa gentes de todos los lugares. Con el permiso de su padre, Priessnitz hizo derribar la antigua casa familiar e hizo construir una nueva de piedra. Allí se practicaban las curas y se alojaban los enfermos; quienes no cabían acudían a los vecinos en busca de hospedaje. Surgió así el primer establecimiento de hidroterapia de la historia. La fama de Priessnitz fue tal que trató a príncipes, duques y generales de numerosos países europeos, como Francia, Italia, Austria… También el compositor Franz Liszt visitó el balneario.