"PUNTAL BLANCO"
Berenice vive en los Algarves de Gorafe. Desde allí comercia con Crines de yegua para arcos de violín. Apacienta sus yeguas blancas en los desiertos. Con peines hechos de asta de toro separa mechones de sus largas crines y hace manojos del grosor de su dedo corazón. Ella sin saberlo es parte esencial en la existencia de los Unicornios.
Los Unicornios nacen de unos huevos que ponen las yeguas sobre el esparto. Su nacer es hacia otro mundo, el composible con los Unicornios. Berenice que es la que incuba algunos de los huevos que encuentra, no conoce el origen de los huevos pues las yeguas son muy discretas y hacen la puesta si están seguras de haber encontrado un sitio recóndito, inaccesible y fuera del alcance de la vista de Berenice. Aun así encuentra algunos que incuba abrazándolos envueltos en su pañuelo de seda.
Estos huevos no son del todo blancos más bien tienen un color hueso y están escriturados. En la parte por donde el Unicornio empezará a romper la cáscara llevan el dibujo de una rosa silvestre de tonalidad sepia, del color que toman los tatuajes cuando las pieles se vuelven viejas. Es por ahí por donde empieza a salir el cuerno del Unicornio. Los huevos tienen el tamaño de uno de avestruz y cuando Berenice lo envuelve en la seda y acerca a su pecho, procura que la rosa escriturada quede en dirección a su corazón; es entonces cuando entra en un estado de duermevela y se produce la eclosión del huevo. El Unicornio rompe el cascarón y su cuerno se introduce en el pecho de Berenice, de una manera suave atraviesa su tórax y sale por la espalda.
Estos momentos los vive como un sueño. Se arrodilla y pone los brazos en cruz desplegando así el pañuelo de seda y dejando caer los restos del huevo a tierra. Sin saber cómo el resto del cuerpo del Unicornio penetra en su tórax, y el cuerno que le sale por la espalda retrocede hacia su interior. Berenice deja caer los brazos hacia las caderas y pone las palmas de las manos hacia el frente, sus venas están hinchadas en los brazos, en el cuello y en su abdomen. Se acercan las yeguas y lamen su torso. Berenice despierta y encuentra los cascarones rotos.
A veces conserva algún trozo de los que llevan la rosa escriturada, pues mientras lo mantiene en contacto con la palma de la mano le procura una sensación de quietud. Cada parto de Unicornio deja en la espalda de Berenice una rosa tatuada; los que le han visto el torso desnudo de espaldas, enloquecen a los pocos días y vagan errantes por los Desiertos de Gorafe hasta que mueren de sed y hambre si antes no son corneados por algún Unicornio y tienen una muerte dulce y súbita. Sus cuerpos son comidos y esparcidos por los buitres. A Berenice le dan pena y por eso se ha dejado la cabellera larga hasta la cintura, evitando así muertes innecesarias. Hace ya muchos años que los buitres solo comen carroña de animales muertos.
Berenice, la de ojos ofídicos, arrodillada al borde del abismo en Puntal Blanco, espera la mirada salvadora de las yeguas que se acercan en tropel hacia ella. Siente entrar por sus rodillas el vibrar del golpeteo de los cascos sobre la tierra seca y resquebrajada. Muy pronto será despertada por los lametones de sus yeguas. Estará de nuevo en este mundo y a salvo. De vuelta del mundo de los Unicornios...
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